Ella y su ventana

Miraba al infinito. Buscaba en el mar la serenidad que su corazón necesitaba, pero ese día estaba tan revuelto, tan rebelde, tan violento... Y el mar también lo estaba.

Sus dorados cabellos, enrizados en luminosos caracoles, caían sobre sus tristes hombros cada vez que la brisa mediterránea jugueteaba con ellos. Volaban, caían; era una preciosa melodía.

En ese momento, quiso ser gaviota y quiso ser delfín. Gaviota para sobrevolar la tristeza que encharcó su habitación. Delfín para poder nadar ágilmente a través de ella. Decirle a la oscuridad: adiós.

Y hubo golpes, sonidos extraños, y sombras reflejadas en un cristal ajeno, pero sobre todo miedo.

Ella prefirió esperar el regreso de su Salvador.

1 comentario:

Gema dijo...

Sólo necesitaba improvisar tipos de huída, supongo. Me gusta mucho tu atmósfera y tus imágenes, cómo la brisa del viento mediterráneo está estresilábica. :)