La mañana se hacía incipiente En su lugar la tormenta, la furia
en los relojes de Minerva. y el agua escarchada
Su mirada temblaba conspiraban contra el éxito de su pueblo.y sus manos esperaban Un pueblo tomado cual insecto
el dictamen del Universo. que se pega de bruces
Las agujas tartamudeaban, contra un muro invisible.
repicando en sus oídos Muro que nadie ve
como espadas, clavadas pero que todos conocen.
en la estampa idílica de su templo. Un muro de avaricia
Que se esfumaba. y palabras olvidadas.
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