Tango

INT. SALÓN DE BAILE. DÍA. 
Un hombre está tocando un enorme piano de cola, muy concentrado. Es una melodía pausada y suave. Ni triste, ni alegre, más bien elegante. Se abren las puertas del salón y entra una mujer alzada en unos tacones altos y vestida con un vestido largo y azul, que deja ver cómo su pierna izquierda camina en dirección al pianista. Sus pasos hacen de percusión para la canción:
MUJER:
¿Qué haces aquí? (se para junto al piano)
HOMBRE:
Tocando el piano
MUJER:
Eso ya lo veo. Pero, ¿por qué? (se sienta encima)
HOMBRE:
Porque me gusta tocar 
MUJER:
Pues tócame a mí

El hombre la mira por primera vez desde su entrada, culmina con un sonoro acorde y se levanta extendiendo su mano derecha y posándola sobre la pálida piel de la mujer, que cierra los ojos y se estremece. Un violín continúa la melodía que, dando un giro, comienza a transformarse en un apasionado tango.
HOMBRE:
¿Me permite este baile? (le extiende la otra mano)
MUJER:
Faltaría más

La mujer le da su mano y él la baja del piano. Mientras se colocan en el centro de la sala las persianas se cierran y una enorme lámpara de techo se convierte en la única luz de la estancia. Comienzan a bailar. 
HOMBRE:
Siempre te gustó el tango
MUJER: 
Y a ti siempre te gusté yo
HOMBRE: 
No siempre

El hombre la gira y cuando ella le vuelve a responder la mirada una sonrisa en los labios delata su incredulidad.
MUJER:
A ti nunca te gustó el tango
HOMBRE:
Y a ti nunca te gusté yo  
MUJER: 
Eso sí es cierto

Vuelve a reír. Esta vez es la mujer la que con un movimiento de retroceso obliga al hombre a girar sobre si mismo, dejando claro quién es la que domina la situación. Luego ambos se desplazan hasta salir de la zona iluminada por la lámpara y a medida que avanzan nuevos focos comienzan a iluminar su recorrido. El trayecto comienza guiado por la mujer pero poco a poco se va convirtiendo en una lucha de poder y cuando llegan al final es el hombre el que vuelve a tener el control de la situación y, con un giro de muñecas, consigue acorralar a la mujer contra la puerta. 
HOMBRE:
¿Por qué eres así?
MUJER:
¿Así cómo?
HOMBRE:
Excéntrica
  
El hombre acerca su cara a la de la mujer pero ella aprovecha su despiste para rodearle y hacerle retroceder, abriendo la puerta tras de sí y adentrándose en una enorme terraza con vistas a la ciudad.
MUJER:
No soy excéntrica, soy extraordinaria
HOMBRE:
(ríe) ¿Y dónde dejas la humildad?
MUJER:
No he dicho que sea perfecta 
HOMBRE:
Pero lo eres

Siguen bailando en la terraza mientras la luz del atardecer extiende sus sombras sobre el suelo y convierte la danza en una postal romántica. Pero entonces suena una explosión lejana y el más grande de los edificios del horizonte comienza a desmoronarse sobre sí mismo. Es un ruido ensordecedor pero no lo suficiente como para silenciar la música o paralizar a los bailarines.
MUJER:
¿Has oído eso?
HOMBRE:
¿El qué?
MUJER:
Una explosión
HOMBRE:
¿Dónde?
MUJER:
Aquí dentro

La mujer extiende su brazo y acerca el pecho del hombre al suyo propio. Luego el hombre, agarrándola por la cintura, aprovecha su nueva posición para crear un nuevo movimiento. Sirviéndose del brazo que le queda libre consigue hacerla inclinarse hacia atrás y desde esa posición la gira hasta su otro lado. Las hábiles piernas de la mujer consiguen adaptarse grácilmente a cada nueva figura.
HOMBRE: 
¿Nunca te cansas de bailar? 
MUJER: 
¿Nunca te cansas de hablar? 

Al estruendo del derrumbamiento comienzan a sumarse disparos, gritos, alarmas y más explosiones. La ciudad cae mientras las dos figuras se recortan en el atardecer. El tango se prolonga hasta que el sol casi termina de desaparecer por el horizonte. Mientras, la música los lleva hasta el borde de la terraza. El hombre la sube al bordillo, ella da una vuelta y él la vuelva a bajar, finalizando en una figura tan improvisada como hermosa.
HOMBRE:
Te quiero
MUJER:
Pues bésame

NEGRO

La música cesa y se oye una enorme explosión, luego un pitido agudo y, finalmente, el silencio.


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