La telaraña

La telaraña quiso rompernos por dentro pero nunca lo logró. La telaraña nos cosió las manos y las piernas, y los ojos, y los labios. Nos llevó siempre por el camino correcto sin saber que lo correcto nunca es lo mejor para nadie.

Aquella tarde cogimos nuestras bicis y nos marcamos el objetivo de ser los más veloces del universo, pero el universo era más enorme de lo que nuestros once años eran capaces de imaginar. Pronto nos topamos con el hambre y la fatiga, y tuvimos que parar a descansar:
- Has sido lento
- ¿Yo? El lento has sido tú
- No puedes demostrarlo
- Tampoco tú.

Vimos pasar la nubes sobre nuestras cabezas y luego penetrar sus sombras por entre la hierba. Allí donde reposaba nuestra adolescencia efervescente. La tuya echada sobre mi cuerpo, la mía devorando tus recodos. 
- ¿Cuánto tiempo llevo dormida?
- No lo sé. ¿Toda la vida?
- No seas bobo
- El tiempo es relativo cuando no llevas reloj, ni calendario.
- Hace frío. Volvamos a casa.

Un trueno pistoleó la salida de la tormenta que nos empapó.
- Ahora no podemos volver atrás.
- ¿Por qué no? Tengo los calcetines mojados.
- Y yo los pantalones. Pero la lluvia no es tan eterna como nosotros.

Mi labia consiguió silenciar tus preguntas pero no apagaron todas tus dudas. Debí darme cuenta en ese momento de lo que ya tramaba tu cabeza de mujer. No sé cuánto tiempo transcurrió desde entonces hasta que nuestras bicicletas derraparon por aquella pendiente y nos dimos de bruces contra el fango.
- Se acabó
- ¿El qué?
- Todo. Las mentiras. Me voy.

Fue entonces cuando la telaraña nos agarró más fuertemente que nuca.
- ¿Y qué harán tus hijos sin ti?
- Sin mi no se quedarán. Despídete.
- No puedes hacerme esto.
- La culpa no es mía
- ¿Y de quién es?
- De ti. De la lluvia. No lo sé.

Nos apretó, nos zarandeó.
- Si no lo sabes por qué me abandonas a mí.
- Porque no puedo abandonar al universo.

La telaraña quiso rompernos por dentro pero nunca lo logró. La telaraña nos cosió las manos y las piernas, y los ojos, y los labios. Nos llevó siempre por el camino correcto sin saber que lo correcto nunca es lo mejor para nadie.
- ¿Te acuerdas del día que nos conocimos?
- ¿A qué viene eso ahora?
- Íbamos en bicicleta, como ahora.
- Sí me acuerdo, pero hace muchos años de eso. Ahora sólo queda humedad.
- Llevas razón.

Te beso en los labios y tus cabellos plateados me parecen más hermosos que nunca. 
- El que me voy soy yo.
- ¿Serás capaz?
- Siempre fui el más rápido, y aún tengo toda la vida por delante.

1 comentario:

Gema dijo...

Recuerda que un texto no es una cámara de cine; he pillado la historia casi al final y aún así ha sido confuso porque creo que hay mucho más mensaje del que leyendo se capta.

De todas formas me parece una idea interesante