Planeta Azul

No había ningún indicio de que realmente hubiese llegado a ningún sitio, pero tenía la certeza de que así era. Mis pies habían sentido el frescor de la hierba, mi cabeza el calor del Sol y mis labios la densidad del aire. Era una atmósfera diferente y, sin embargo, ahora es como si toda mi vida hubiese pisado el mismo suelo y respirado el mismo oxígeno.

Tras el aterrizaje caminé despacio, pues mi vista apenas conseguía adaptarse a aquellos nuevos niveles de luminosidad. Al planeta del que vengo lo rocía el tenue resplandor de una estrella moribunda, enorme y rojiza; un monstruo gigantesco que amenaza con devorarnos mientras nos exprime nuestros últimos instantes de vida. Nada parecido a aquello que baña los bosques del Planeta Azul.

El Planeta Azul.

Así es como lo bauticé. Azul por el cielo limpio y oxigenado, azul por el agua pura y cristalina.

Todo lo que veía me recordaba a las historias que nuestros abuelos nos contaban de pequeños. De cuando aún no habíamos eliminado los bosques, de cuando aún no habíamos destruido la vida. Historias sobre los héroes que habían conseguido sacar a nuestra civilización adelante haciendo uso de los últimos recursos de nuestro planeta. Y sobrevivimos. Y sobreviví.

Y ahora llevo dos semanas en esta segunda oportunidad con forma de planeta. Comiéndome sus frutas, bebiéndome sus aguas, y sintiéndome como un sucio parásito que se alimenta de lo que otro ser genera para sí. El ser más maravilloso y bello que jamás haya contemplado.

No sé si la temperatura de todo el planeta será igual pero aquí los días son calurosos y las noches suavemente frescas. Apenas tengo que refugiarme en mi cabaña cuando se levanta alguna ventisca ocasional. Mi cabaña son algunas ramas cruzadas, haciendo de techo, sobre cuatro árboles lo suficientemente pequeños como para tener que cruzar en cuclillas las plantas colgantes que hacen las veces de puerta de mi guarida. No es como las que me enseñaron a hacer en los entrenamientos pero me gusta vivir a ras de suelo, disfrutando de toda la naturaleza que crece y se expande a mi alrededor. Podría acostumbrarme a vivir aquí.

Hoy luce el sol, como todas las mañanas desde que llegué. Salgo de la cabaña y me dispongo a seguir explorando el lugar. Desde que mi agenda electrónica se quedó sin batería lo apunto todo en una pequeña libreta; las hectáreas que recorro, las especies que encuentro, las condiciones climáticas y cualquier recurso aprovechable por el ser humano. Cuando me doy cuenta estoy subiendo por una enorme ladera, trepando de roca en roca hasta el llano de su cima. Al otro lado me sorprende encontrar una precioso lago.

Me quito la ropa y me introduzco en el agua. Me parece ver algo brillando en el fondo y me zambullo para comprobarlo. El Sol penetra poderoso a través de la superficie del agua e inunda con su luz el ya inundado paraíso subacuático que se esconde bajo el lago. Veo peces multicolores y plantas de formas inimaginables, y me entristece imaginar mi propio planeta repleto de tanta riqueza saqueada. Cuando salgo del agua un animal cuadrúpedo y escamoso se está comiendo mi ropa.

Nado lo más deprisa que puedo y consigo espantar al extraño mamífero antes de que termine de devorar mis pantalones, pero cuando introduzco la mano en el bolsillo izquierdo se confirma el mayor de mis temores: la libreta ya no está allí.

Resignado, dejo en el suelo lo que queda de mi ropa y me tumbo junto a ella. Sobre la hierba. Bajo el cielo. Disfrutando de todos y cada uno de los bellos instantes que aquel nuevo mundo me ofrecía.

Soy el capitán Ryan, enviado especial del departamento de asuntos espaciales de la división científica de los cuerpos de seguridad de El Estado. Estoy aquí para conseguir información con el objetivo de confirmar la viabilidad de la especie humana en el nuevo planeta para que se produzca el inminente traslado. Al principio las condiciones parecían idóneas pero luego las cosas se complicaron: el clima es inestable, los recursos improductivos y las especies autóctonas demasiado peligrosas e invasivas como para  garantizar la seguridad de nuestra civilización. Aconsejo a las autoridades continuar con la búsqueda de otro lugar habitable mientras yo confirmo que no hay ningún error en mis informes sobre el Planeta Azul.

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