Trato de iniciar una nueva conversación para romper el extraño silencio que se respira entre los escasos centímetros que nos separan. Llevamos toda la tarde allí asomados mirando al mar, con la voz hablando de barcos pero la mente viajando a casa.
- He calculado unos trece; trescientas doce horas despiertos.
- ¿Despiertos? -ríes- ¿Es que las que estamos dormidos no las cuentas?
- No hace falta -contesto seguro- Las horas de sueño son horas inertes, desaprovechadas.
- Mientras duermo ordeno mis pensamientos... -reflexionas recordando fantasmas recientes.
Tu mirada se vuelve oscura, como la noche en que comenzó tu pesadilla. Cuando todos tus sueños se hundieron entre los retales de una imprevista tormenta pasajera.
- Tu no tuviste la culpa -te aseguro agarrándote fuerte por los hombros y girándote hacia mí-. Deja ya de castigarte.
No dices nada, pero tampoco hace falta. Tus ojos me cuentan todo lo que tu corazón no sabe traducir a palabras. Y te abrazo como nunca lo había hecho en todo el tiempo que hemos viajado juntos. Jamás pensé que se pudiesen trazar vínculos tan fuertes con un compañero en apenas dos cruzadas.
- Ninguno la vaticinamos -insisto.
- Pero yo estaba de guardia y no tendría que haber bebido. Si hubiese estado en mis plenas facultades habría podido agarrarla antes de que cayese por la borda. Podría haberme lanzado al mar a salvarla -te desmoronas con cada recuerdo-. Podría seguir viva.
- Pero no fue así, Pablo. Y no puedes seguir lamentándote por ello para siempre. No puedes.
- Lo que no puedo es vivir sin ella.
- Ni ella sin ti -contesto con agilidad- Por eso tienes que hacerlo por los dos.
- No es tan fácil...
- Lo sé. es demasiado peso para un solo hombre. Pero tú eres fuerte y yo estoy contigo para ayudarte.
Hay una pausa, te secas las lágrimas, aprietas los puños y tratas de fingirme una sonrisa.
- Mira, piensa que eres una tortuga- digo de repente- Ellas tampoco pueden vivir sin su enorme caparazón.
- Tío, vaya ejemplo raro -pero te hace reír.

- Pero las tortugas caminan muy lento -optas por seguirme el rollo.
- Claro, a paso lento, firme y seguro.
Ambos reímos. No cambiaría estos momentos por nada del mundo.
- No puedo cometer más errores -dices al fin.
- Ni yo permitiré que lo hagas.
1 comentario:
"Keep the calm and carry on" Resuena por toda Londres. Los amigos siempre ahí, de guardia caminando con nosotros a paso lento, evitando caídas en falso. Un barco que nunca naufragará.
Un amigo que no te deja subir las escaleras sola cuando llevas manzanilla por sangre
Publicar un comentario