Cada segundo contigo

- Bonito nombre para un río- declaraste con ese acento extranjero que ya me embrujó en la capital francesa.

El agua de nuestro Guadalquivir corría libre, pura, como siempre. A la par que la sombra de los pinos buscaban la manera de protegernos del ardiente Sol de una Sevilla en pleno junio.

La verdad es que hacía un día espléndido, una de esas tardes en las que sólo te apetece disfrutar de la frescura de la brisa y el tacto de la hierva.

Además de tu compañía. Que era la mejor de todas las que yo pudiese desear. Eras Hipatia y Cleopatra reencarnadas en el mismo cuerpo. Ese que se extendía junto a mí mostrándome sus más ingenuos encantos.
- Casi tanto como el tuyo- contesté con esa voz de tonto que me caracterizaba por aquellos años.
- Eres un bobo- confirmaste
- Y tú eres preciosa- concluí cerrándote los labios con un apasionado beso, resultante de un intencionado acto-reflejo.

Pero aquel idílico paisaje no podía durar. Era imposible. Yo nunca había tenido suerte en nada. Cualquiera que me viese junto a tan descomunal monumento se pensaría víctima de un ilusorio engaño óptico provocado por el calor. ¿Qué otra cosa podría pensar yo?

Desde que nos habíamos conocido allá en Paris, bajo la famosa torre cuyo nombre no alcanzo a recordar, me habías deslumbrado, desbordado, desconcertado. Te fijaste en mí y yo no te dejé escapar. Decidí amarte cada segundo de mi vida como si fuese el último en que fueses a estar a mi lado. No tenía otra opción.

Cada día que pasaba, cada semana, cada mes, cada año, era una completa aventura donde tú y yo éramos los únicos protagonistas. Era una historia romántica, por supuesto, pero también había acción, humor, encuentros y desencuentros. Cada instante era el primero y el último. El más intento. El más eterno.

Y aunque aquella tarde, bajo aquel pino, frente aquel río, descubriese que eramos inmortales, me convencí de vencer el miedo contigo. Despertar soñando contigo. Morir de amor contigo. Amar sin causa contigo. Viajar a la luna contigo. Vivir contigo. Por y para siempre. Como si existiesen los imposibles, como si no hubiese mañana.
- Je t'aime...
- Moi aussi ma princesse... como si no hubiese mañana.

1 comentario:

Gema dijo...

Chapó por la última frase, es que es el puntazo :)

Es una suerte ser como Hipatia y que además vayas y la encuentres... el amor y un río lo pueden todo, y todo deberíamos actuar así, con los amados, con los amigos, con las amigas, amarles como si no hubiera mañana :)