Era tarde

Y allí se quedó reflexionando, entre aquellas sábanas que tan bien lo conocían. Se podía decir que eran sus compañeras de reflexión. Las únicas que siempre estuvieron y estarían siempre en el mismo sitio y a la misma hora, para escucharlo.

 Reflexionó sobre el amor; eso que ya no recordaba. Sobre la amistad; una recién descubierta. Sobre la familia; su desengaño más profundo. Reflexionó sobre tantas cosas que apenas llegó a elaborar certezas sobre nada. Fue una sucesión de conjeturas imprecisas que no hacían más que contradecirse unas a otras; posibles maravillas de la filosofía mal planteadas.

Y de lo único de lo que estuvo seguro en todo momento es de que volvía a ser el mismo: esa pequeña criatura de gran mundo interno; un mundo que a veces lograba superarlo, pero al que él siempre conseguía remontar en el último minuto. Pues solía hacer trampas.

Esa noche se durmió tranquilo, sumido en divagaciones confusas de ingenua inmanencia, y a la mañana siguiente creo que se levantó con una sonrisa.

Voy a comprobarlo.

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