Terminó la primavera con el aterrizaje del último pétalo sobre la acera. Yo misma lo vi caer, y yo misma lo pisé para dar por finalizada la peor de las estaciones.
Quería que llegase el verano y me daba igual pasarlo sola, como siempre. Nunca había sido una princesa, ni quería convertirme en una rosa que debiese ser regada cada día. No necesitaba más que a mí misma.
Sería siempre un cactus. Y quizás, por eso, me gustaba más el verano que la horrible primavera.
1 comentario:
Jose, en serio, una entrada genial, digna de cualquier prefacio filosófico. Me ha encantao ese "algo más" que le has dado hoy :)
No me mires así, no soy una princesa, soy un cactus :P
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