La arena está fría, la mar seca, y el cielo rojo. Tan rojo como la sangre derramada. Ya no queda nada de la playa que antaño visitamos juntos. Sólo este lugar extraño que sirve de extraño límite entre el cielo y la tierra.
Un fenómeno extraño.
Pero los más extraños fuimos nosotros, con los ojos vendados, caminando sobre el azul de la carretera. Sonreíamos crédulos mientras nos mirábamos el uno al otro, sin vernos jamás. Ingenuos nosotros.
Nosotros. Que creímos en la vida y no en el miedo. Que creímos en el amor y en la felicidad. Que creímos ser el mundo. Y el mundo nos tragó.
Ahora somos sólo dos extraños que quieren ser algo más que moléculas en este espacio extraño.
1 comentario:
¡El mundo es tuyo! ¡Y el mar, y la música y ella y todos! Y es bonito que así sea y también que "ingenuamente" creas todas esas cosas, sin miedo, siendo grande :)
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