Luz

Nada nuevo. Mi cuerpo derrumbado sobre este banco de hierro tan frío y obtuso como el vacío que me invade. Llueve intensamente y se me empapan mis pies y mis ropas, pero sigo esperando junto al andén que citaste en tu última carta.

Se oye un lejano traqueteo, como cada tarde. El tren de las siete que pasa velozmente y sin detenerse dejando a su paso una estela de silencio y soledad. A veces también humo, pero hoy se detiene, y no deja ni humo, ni soledad ni silencio.

Deja luz.



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