Con toda mi savia


El primer rayo de sol. La primera brisa matutina. La primera mirada disimulada.
Como cada mañana, seguíamos en silencio, tú desde la repisa de madera, yo desde la mesita de cristal. Tú desde las alturas, yo escondida en mi maceta de loza.
Había perdido la cuenta de cuánto tiempo llevábamos así, sin decirnos nada, esquivando miradas y suspirando a medio tiempo. Había perdido la cuenta de cuántos años llevaba amándote, escondida en mi maceta de loza.
Porque yo sabía que te amaba, con toda mi savia, pero también ella me hacía retroceder. Tenía miedo. Miedo al rechazo y miedo al abandono. Por eso no hablaba. Por eso seguía escondida en mi maceta de loza.



Y, por otro lado, sabía que lo nuestro era imposible. Debía ser imposible. Pues tu eras poto de interior y yo de jardín. Tú de días nublados y yo de soleados. 
Y por eso seguíamos en silencio, tú desde las alturas, yo escondida en mi maceta de loza.



1 comentario:

Gema dijo...

jajajaja, me encanta, es muy saVio :)