Vida

El verano nos pilló dormidos y cuando pudimos reaccionar ya nos abofeteaba con sus largas tardes de calor. Fue en una de ellas cuando decidimos cortar nuestra ya duradera siesta y abrir los ojos para contemplar el mundo que la libertad nos ofrecía.

Fue entonces cuando, delante de nosotros, pudimos observar la hierva, el cielo, las estrellas... cuando pudimos recordar que seguíamos vivos.

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