Y desaparecí

Se hizo la luz. Era la primera que lo hacía y, en un primer momento, sentí que me ardían las retinas, pero poco a poco fui acostumbrándome a la claridad. Al fin podía observar el lugar donde me encontraba, aunque por mucho que lo escrutara sería incapaz de describirlo, pues no tenía una forma concreta. Sólo era un espacio delimitado donde los límites apenas eran comprensibles al tacto. Y mucho menos a la vista.

Me levanté lentamente, para tratar de apaciguar el dolor que me producían mis anquiladas extremidades, que ya habían olvidado el peso de mi cuerpo, y con sumo interés hice una primera circunspección visual. Luego, caminé, no sin dificultades, hacia delante, esperando ser detenido por los límites citados más no encontré otro impedimento a mi travesía que mi propia fatiga, no acostumbrada a mi novedoso estado de movilidad.

Caí al suelo, exhausto, cuando fui consciente por primera vez de que el suelo que pisaba no era una superficie sólida, ni siquiera material. Que lo que respiraba no era aire. Que lo que veía, más allá de lo que podía recorrer, no era más que la misma infinitud. Y comprendí que nadie me había encerrado en aquel onírico espacio y que la única forma que tenía de liberarme era cerrar los ojos y desaparecer.      

1 comentario:

Gema dijo...

Parece el escorpión que quedó encerrado en la convergenia,dando el infinito :)Deslumbra