Pelis de Navidad



Lo que más le gustaba del cine era imaginar las escenas dentro de su cabeza. La chica se da la vuelta, el caballero entra en la estancia y cuelga el abrigo en la percha, ella se acerca, él también, se besan, fin. Todo era tan fácil en su imaginación... Pero luego había que escribir el guión, buscar a los actores, pasar meses y meses rodando y repitiendo tomas, etc. Y todo, ¿para qué? Para que luego ni siquiera él mismo reconociese nada de lo que aparecía proyectado en aquella oscura sala.


Se levanta de la silla y se deja caer en el sillón. Está cansado. Ya hacía años que no formaba parte de ese mundo pero aún así seguía sorprendiéndose de vez en cuando dibujando story-boards o escribiendo diálogos en su pequeña libreta de mano. Algún día se desharía de aquella maldita libreta. Resopla. Enciende la televisión. La señorita del tiempo dice que está lloviendo. Mira por la ventana para comprobarlo. Es cierto. Cambia de canal. El señor de los informativos dice que es Nochebuena. Mira el calendario. Es cierto. Apaga la televisión. Él siempre se burló de aquellos que decían que la televisión sería el mayor enemigo del cine.

Llaman al timbre. Mira hacia la puerta.
- ¿Quién es?- grita desde el sillón

Vuelven a llamar. Se levanta.
- Espero que nos seáis unos de esos...

Niños vestidos de pastorcito cantando villancicos aparecen tras la puerta al abrirla. Los mira un segundo. Vuelve a cerrar la puerta.

Recorre de nuevo el pequeño salón y se sienta en el mullido sillón. Siempre había odiado las películas de Navidad. Esas que cuentan cómo las familias con problemas fingen que no los tienen para pasar una noche tranquila y feliz pero nunca cuentan lo que les pasa después de que terminen las fiestas y comiencen de nuevo los conflictos. Los niños han dejado de cantar. Siempre dijo que prefería morir de hambre que escribir una película de Navidad. Vuelven a llamar.
- ¿Quién es?- grita desde el sillón

Vuelven a llamar. Se vuelve a levantar y abre la puerta. Esta vez sólo hay un niño y no está cantando villancicos.
-  ¿Por qué sigues aquí?
- Aún no nos ha dado el aguinaldo, señor.
- ¿El aguinaldo? Y ¿por qué tendría que daros el aguinaldo?
- Porque le hemos cantando un villancico, señor.
- No me gustan los villancicos. Y no pienso darte un céntimo.
- ¡Señor! ¡Es Navidad!
- En mi casa no

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